lunes, 19 de septiembre de 2016

ENRIQUE

Él fue significativo para mí. Treinta y cinco años de no verlo. Siempre anticonvencional. Nos localizamos por Facebook, creo que fue mutuo. Ansié verlo otra vez. Me dijo por teléfono: "tú eres inolvidable". Me maquillé y me puse mis lentes de contacto blandos, con los que mis ojos terminan por ponerse rojos y al otro día me duelen. No me importó. Creí que iba a tirar las monedas, como antes, para leerme el  I Ching. 

Su porte y su arreglo eran distinguidos. Extremadamente delgado y alto. Remanentes hippies, si no, no hubiera sido él. Y empezó la historia otra vez. Fui a su departamento. Descuido y acumulación de objetos. Está muy enfermo, en la miseria y solo, solo, solo. ¿Qué come? No tiene ni refrigerador, creo que estufa tampoco.

Tengo la mala costumbre de involucrarme muy fácilmente con la gente. Peligro. Sin embargo siento por él una fuerte conexión humanitaria, humanista; o como carajos se diga. Le mencioné hoy, por teléfono, que quiero llevarle manzanas y quiso que nos viéramos mañana.

Está peor de salud, en relación a como vi a mi amigo Marco Antonio, con quien también nos reencontramos hace pocos años y no tardó en fallecer. Lo mismo: los consumió la costumbre de fumar. Incluso considero que lo veo peor, mucho peor a cómo estaba Marco. Presencié cómo le faltaba el aire y hacía esfuerzos por aspirarlo. Horrible situación. Dolorosa. 

¿Será que ya nos estamos muriendo todos? La muerte últimamente ha estado muy activa. Y eso que él tiene cuatro años menos que yo.