El trabajo de las personas que investigan la explotación animal es
muy duro. No sólo por los riesgos que suelen correr, sino por la
impotencia de saber que lo único que puedes hacer en ese momento por ese
animal es documentar el infierno que está padeciendo.
Con la esperanza de que al destapar esa realidad, más personas se
solidarizarán con los animales y serán conscientes del terrible
sufrimiento al que son sometidos.
Con la esperanza de que sus
gritos al pedir ayuda puedan llegar a nuestros corazones, en lugar de rebotar en
los fríos muros de las granjas y los mataderos sin que nadie los oiga.
www.InvestigacionesAnimales.org
*Comparte esta publicación, hagamos que esta información llegue al máximo número de personas.
Igualdad Animal
domingo, 21 de julio de 2013
sábado, 20 de julio de 2013
jueves, 18 de julio de 2013
EL VENDEDOR DE Y. MENDOZA
Hace
varios años trabajé en el cuarto piso de un edificio viejo, con elevadores
chirriantes y pasillos oscuros; sobre Paseo de la Reforma. Los días
transcurrían amables. A veces el trabajo aumentaba, había gran agitación,
personas que entraban y salían, los teléfonos sonaban; otros días, las tardes
se amodorraban y permanecía sola en la oficina, tecleando la máquina.
Una tarde cualquiera entró un hombre que olía a hierbas,
con una caja aceitosa.
-Son
cocadas –se presentó ante mí.
-Déme
dos -le dije- el olor del coco me
predispuso a comprar.
Muchos otros vendedores aparecían por esa puerta,
ofreciendo toda clase de cosas: enciclopedias, relojes, revistas, cámaras,
cremas, suscripción a periódicos, quesos frescos, leche bronca. Los dejaba hablar,
hacer su trabajo, así me acompañaba un poco en los momentos solitarios. Ellos, desde luego, trataban de convencerme,
aunque yo no los veía como vendedores
sino como actores que iban a representar su mejor actuación. Rara vez compraba.
Introducirse en el edificio era sencillo, las personas no
tenían que registrarse; cualquiera podía entrar ¡Agradezco esas visitas
inoportunas! Rompían la monotonía.
El hombre de las cocadas regresó con su cajita, al único
que le compraba, al marcharse me quedaba saboreando el coco, la dulzura se
derretía en la boca. Un día seguía al otro, la quietud se instalaba en el
edificio, como si éste se desprendiera de la colosal ciudad y, ahí adentro,
todo se aquietara.
El reloj marcó las cinco, fui hacia la ventana para estirar
las piernas. Miraba el monumento a Cuauhtémoc y escuchaba el zoreo de las
palomas que anidaban muy cerca:
-Buenas
tardes señorita -el hilo de mis
pensamientos se rompió.
Era
el hombre de las cocadas. Lo recibí con
una sonrisa; fui por mi cartera.
-Dos
cocadas, por favor.
Me dio la mercancía, se quedó pensativo, y me propuso un
trato. Sin abandonar su actitud humilde
me explicó, yo miraba volar una paloma por la ventana.
-Saque
un billete, el que usted quiera. Enróllelo
y levántelo con el brazo extendido hacia arriba. Desde aquí –indicó unos cuatro
metros- le voy a decir la fecha de su billete. Si adivino, me compra más
cocadas, si no, me voy.
Hurgué mi cartera y saqué un billete de diez pesos, supongo
que para divertirme un poco. Miró el billete enrollado, se concentró unos segundos.
-8
de septiembre de 1980 –dijo en voz baja.
Desenrollé el billete, ahí estaba la fecha, en números
pequeñitos.
-¿Le
gustaría repetir este truco o experimento? -dije dubitativa, como temiendo
colocarlo en una situación indeseable.
Asintió. Escogí un
billete de veinte pesos. Él, con una mirada triste, soltó la fecha: 5 de octubre de 1979. Confirmé,
esta vez él pidió continuar el juego. Saqué un billete de cien pesos con rapidez.
-20
de abril de 1980.
E X A C T O
Las cocadas pasaron a mi poder, quise platicar un poco con
él, me simpatizaba, por su hermetismo nunca lo intenté, ahora era diferente.
-¿Cómo
le hizo para saber las fechas de los billetes? –pregunté ansiosa.
Creo que sonrió sin sonreír, no contestó.
-Por
favor, es tan extraño algo así –sin darme por vencida.
-No
le puedo decir señorita -con voz queda.
Escuché el elevador, subía y abría las puertas en el cuarto
piso, donde se encontraba la oficina; nuestras respiraciones también se oían.
-¿Por
qué? se lo suplico.
Ni mis ruegos ablandaron su rostro de piedra. Impasible se negó, sin considerar el tamaño
de mi curiosidad.
-Por
favor, no entiendo. ¿Seguido hace ese
truco?
-A
veces.
-Entonces
no es la primera vez –palabra por palabra obtuve alguna respuesta.
-No,
no, lo hago a veces.
-¿Y
siempre acierta?
-Siempre.
-No
puedo entender, dígamelo, por favor.
-Las
fechas salen cuando estoy haciendo las cocadas, eso es todo –resumió.
-¿Eso
es todo?
-Sí.
Ambos permanecimos callados ante la revelación, que no me
decía nada pero ya había sido demasiado para él. Se levantó de la silla para marcharse.
-Gracias -le dije, con ganas de que me explicara
aquello que no tenía llaves para mí.
Se fue silencioso. Muchas
tardes esperé que reapareciera con su cajita y nunca volvió. El misterio permanece.
Hoy estoy segura, que no era un truco,
sino una verdad, quizá tan sencilla
como el vendedor mismo. Lo imagino
preparando sus deliciosas cocadas; en una olla van apareciendo las fechas junto
con el hervor, él, tranquilo, las mira
sin preguntarse.
Yvonne Mendoza: Finalista en el Concurso Internacional de Cuento Breve: "Cada loco con su tema". Benma Grupo Editorial. México, 2013, pp. 204-206
Yvonne Mendoza: Finalista en el Concurso Internacional de Cuento Breve: "Cada loco con su tema". Benma Grupo Editorial. México, 2013, pp. 204-206
miércoles, 17 de julio de 2013
SUEÑO DE SEMILLA - BUCAY
En el silencio de mi reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una semilla, de alguna manera pequeña e insignificante pero también pletórica de potencialidades.
…Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en proceso de desarrollo.
En su pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después. Cada semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo los jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de flores y de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz, morir como semillas… para convertirse en árboles.
Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.
Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez cegadora.
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos… Y un día, mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer,… una sabiduría interior las acompaña… porque cada semilla sabe… cómo llegar a ser árbol…
Jorge Bucay. 26 cuentos para pensar
viernes, 12 de julio de 2013
jueves, 11 de julio de 2013
HOY
Hoy la lluvia no es como antes, con ese toque de romanticismo. Me acompaña y es tan satisfactorio escuchar el sonido de las gotas detrás de la ventana. Es una bendición para las plantas que quiero tanto. Sin embargo me duelen los huesos, realmente me duelen. Son los años vividos, más la humedad de la lluvia.
Ya no me pinto el cabello, que aún es espeso y mis canas brillan. Al principio me miré al espejo con extrañeza, pero me reconocí como realmente soy. Es una cuestión más de congruencia en mi vida. Nunca oculté mi edad, la asumí siempre, sin mentiras. Sólo el dolor de huesos me molesta porque se contrapone con las exigencias del trabajo. Lo sigo expresando: casi siempre tengo paz, felicidad sólo a veces.
Ya no me pinto el cabello, que aún es espeso y mis canas brillan. Al principio me miré al espejo con extrañeza, pero me reconocí como realmente soy. Es una cuestión más de congruencia en mi vida. Nunca oculté mi edad, la asumí siempre, sin mentiras. Sólo el dolor de huesos me molesta porque se contrapone con las exigencias del trabajo. Lo sigo expresando: casi siempre tengo paz, felicidad sólo a veces.
viernes, 5 de julio de 2013
EL DESORDEN
¿Sabías que el acumulamiento de cosas en el hogar y el desorden están
relacionados a diferentes clases de miedos? Como miedo al cambio, miedo a
ser olvidado o a olvidar, miedo a la carencia. Simbolizan además
confusión, falta de enfoque, caos, inestabilidad e incertidumbre respecto a tus metas, a tu identidad o a lo que quieres en la
vida.
Además, el lugar de la casa en el que el desorden o el acumulamiento se encuentran, refleja el área problemática en tu vida. Por ejemplo, se dice que la recámara refleja cómo te encuentras emocionalmente, o que un edredón desteñido significa que tu vida amorosa ha perdido brillo también.
(Un contacto lo cito en Facebook, sin mencionar la fuent)e
martes, 2 de julio de 2013
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