sábado, 18 de febrero de 2012

ELISA


ELISA

Elisa siempre tuvo el deseo de que un hombre la presentara ante los demás con orgullo, de ser el amor de él, de ser la mujer elegida. Ella necesitaba llenar ese vacío, pero por diferentes razones nunca fue posible. Tal vez de esa forma quería resarcir las carencias emocionales que tuvo en su infancia, a las que se sumó la necesidad de usar lentes a causa de una miopía muy avanzada, que la hicieron esconderse y verse como poca cosa.

El asunto de la apariencia más o menos lo solucionó con unos benditos lentes de contacto, pero siempre le quedó un sedimento de inseguridad. Esperó durante muchos años ser esa mujer especial: a la que un hombre la acaricia con la mirada y sonríe satisfecho cuando los demás la ven a su lado; a la que su amado abraza con cariño o le toma la mano esté quien esté. Quería que su vida fuera igual a la de las protagonistas de algunas películas que ella ha visto, que de hecho son sus favoritas, como Pan y tulipanes.

Sabemos bien que nunca sucedió lo que anhelaba. ¿Eligió mal?, ¿la maldijo una gitana?, ¿le hicieron mal de ojo?, ¿los duendes de la noche le echaron su aliento maligno?, ¿atravesaron el corazón de una muñeca de trapo con un alfiler?, ¿ o será que esos sueños románticos los inventaron para que uno no mire cara a cara su realidad? Ella no sabe las respuestas, ni cree que en el futuro pueda saberlas. Hoy finalmente, asegura que eso ya no tiene importancia.

Elisa y su amigo Martín, suelen intercambiar fragmentos de su vida en sus conversaciones, así que un día le contó acerca de su añoranza. Él la invitó a comer y durante la sobremesa, le platicó sus siete consecutivos desencantos amorosos: historia por historia y detalle por detalle. Quería expresarle que hay vidas, como la de él, que no fueron exactamente un sueño realizado. De parte de su amigo, contar sus confidencias fue un acto de solidaridad.

Elisa sabe bien que ya no más. Lo cree y lo siente. Con todas sus fuerzas dice convencida:

"¡Ya nunca más!"

Esa declaración implica dar otro paso hacia su sentido de realidad, lo mismo que un deseo de adueñarse de su vida. Deja atrás
sus quiméricas ilusiones, pues su existencia fue y es diferente a las escenas amorosas de las películas, que muchas veces miró arrobada.

Sabe hoy que después de los reveses, es preciso cambiar de expectativas y voltear hacia otros lugares. Le queda claro que no hay peor necedad que tratar de cosechar peras de los olmos o avellanas de los nogales. Lo menos que quiere Elisa, es que el logro de sus sueños dependa de otra persona. Ya no confía. Menos aún quiere poner en riesgo su estabilidad emocional una vez más. Es definitivo que nadie la puede querer como ella misma y nadie puede cuidarla de esa misma manera. (¿Será?) Repite con intensidad su sentencia:

"¡Ya nunca más!"

(Su voz se se escucha hasta los lugares más distantes, o más bien a donde debe oírse. Tal vez es un grito. Entonces, como en una toma cinematográfica, alguien a lo lejos la mira mientras ella se adueña con sus ojos de su amada naturaleza verde y llena de pájaros. Ahí habita lo vivo, bello y verdadero. De repente, un gorrión de plumaje gris deja el árbol en que estaba posado y se pierde en la lejanía. Ella lo sigue con la vista y justamente en ese momento, mueve su brazo y pone la mano extendida sobre su corazón con el afán de protegerlo para siempre)

jueves, 16 de febrero de 2012

R.S.

Para Rüdiger Safranski (seudónimo)


El viento me hace recordarte, más en nuestros silencios
que en las palabras.
Las sensaciones han quedado en las puntas de mis dedos y no se borran porque no hacen daño;
al contrario, colaboran para que celebre la vida.

viernes, 3 de febrero de 2012


Cuando por fin tuve mi libro
Las historias de Vladimiro el vampiro en las manos sentí cómo se unió una parte desvinculada de mí. Además, me gustó, con sus ilustraciones bellísimas e inspiradas. Antes de que lo publicaran, todos los seres y lugares en las historias del libro estaban en otra dimensión: en una especie de limbo y ahora ya están conmigo, como una pieza de rompecabezas que faltaba en mi conjunto. Me integró, me hizo sentir sumamente feliz y lograda.

Cuando me duermo pongo el libro cerca de mí, para que al despertar esté segura que es cierto, que está materializado y no es un sueño.

Colección A la luna remando, de Fernández Editores:
http://www.tareasya.com.mx/archivos/catalogos/2012/pdf/catalogo_alaluna_2012.pdf