domingo, 21 de junio de 2020

PAS

Sabernos PAS no significa que debamos exigir trato especial, las personas PAS debemos hacernos responsables de nuestras emociones y sensibilidades, teniendo claro que vivimos en un mundo, social, laboral en el que tratamos de funcionar, sabernos PAS es una herramienta para NOSOTROS, que al conocer la razón de nuestras sensaciones, reacciones y emociones y sabiendo que no somos los únicos podremos sentir algo de tranquilidad y buscar como canalizar nuestras emociones o conductas. Además está la cuestión sensorial, como nos afectan (positiva y negativamente) sonidos, luces, aromas, texturas, eso nos da pauta a saber que buscar o que evitar (dentro de lo posible) en nuestro entorno y quizás de vez en cuando explicarle a alguien cercano la condición PAS.
Perdón, pero ser PAS no es sinónimo de ser irritable, enojón, dependiente, débil, dejado, rencoroso, obsesivo, exagerado, enamoradizo, esos son rasgos de TODAS las personas, SÍ, hay cosas que nos llegan con mas intensidad, pero eso es una herramienta a nuestro favor y a quien no le guste poco a poco saldrá de nuestra vida, habrá personas a las que les parezcamos interesantes, o al menos podremos hablar con otro PAS
Personalmente puedo decir que en mi familia, por generaciones ha habido muchas personas PAS, durante mi desarrollo fomentaron en mi la música, danza, poesía, literatura, imaginación (claro que apenas estoy conociendo el término) y ahora en casa,  mis dos hijos y yo somos PAS, mi esposo se maravilla de escuchar las cosas que decimos, a veces le causa gracia y otras se enfada de no entender. 
Todo este rollo es para animarlos a disfrutar su cualidad bella y especial, hay que abrazarla, sacar lo mejor de ella y con ella... sí, somos intensos pero también somos empáticos, nobles y solidarios, y hago hincapié en que ser PAS no significa que seamos débiles, malhumorados, rencorosos, locos, dependientes, obsesivos, cualquiera puede serlo, los PAS sentimos a flor de piel y aunque a veces eso mismo nos pueda afectar, podremos dirigirlo a favor de nuestro desarrollo, sacar lo mejor con lo que tenemos. 
Perdón por el papiro

DEPRESIÓN


Estoy pasando desde hace meses, una de mis crisis más fuertes depresivas. No siento que esté saliendo de ella pero empiezo a abrirme un poco. Todo me duele tanto (no físicamente) del tremendo esfuerzo de aguantar en la superficie para respirar, que estoy agotada. 

Casi siempre he recurrido a la escritura, la poesía en concreto, para comunicar tanto sentimiento y ha sido un salvavidas. Pero ésta vez estoy bloqueada. Creo que me he bloqueado yo sola despreciando lo que hago y  sintiéndome culpable. No lo sé. 

Mi mente es un bunker ahora mismo, repitiéndome una y otra vez las mismas frases recurrentes. En cambio mi corazón continúa totalmente abierto a recibir flechas de todo lo malo que ocurre y me ocurre. Demasiado sentimiento para digerir...

¿Por qué? ¿por qué esta autodestrucción tan salvaje? ¿Qué he aprendido mal? ¿Qué he hecho de malo? He acudido a muchísimos profesionales de muchas cosas para hallar respuestas y me he sentido estafada, engañada o simplemente abandonada a mi suerte con unas pastillas que no me solucionan nada, NADA. Cuando estoy peor, aumentan, cuando estoy mejor rebajan, y así, y así, sintiendo claramente que no son ellas las que me hacen estar mejor. 

He caído en un lago profundo donde, sin querer, me ha atrapado un remolino subterráneo. Es lo suficientemente fuerte para no poder salir de ese sitio. Lo suficientemente suave para que emerja mi nariz y respire. No hay nadie alrededor para alcanzarme una rama, un salvavidas o una simple tabla. Y me estoy agotando, me estoy venciendo... 
Ana L. López

AISLAMIENTO - ZEN

-Maestro, cómo puedo enfrentar el aislamiento? 

-Limpia tu casa. A fondo. En todos los rincones.
Incluso los que nunca tuviste ganas, el coraje y la paciencia de tocar.
Haz que tu casa sea brillante y cuidada. Quita el polvo, las telarañas, las impurezas. Incluso las más ocultas.
Tu casa te representa a ti mismo: si cuidas de ella, también te cuidas.

-Maestro pero el tiempo es largo.
Después de cuidar de mí a través de mi casa ¿cómo puedo vivir el aislamiento?

-Arregla lo que se puede arreglar y elimina lo que ya no necesitas.
Dedícate al remiendo, borda los arranques de tus pantalones, cose bien los bordes deshilachados de tus vestidos, restaura un mueble, repara todo lo que vale la pena reparar.
El resto, tíralo. Con gratitud.
Y con conciencia de que su ciclo ha terminado.
Arreglar y eliminar fuera de ti permite arreglar o eliminar lo que hay dentro de ti.

-Maestro ¿y luego qué?
Qué puedo hacer todo el tiempo solo?

-Siembra.
Incluso una semilla en un jarrón.
Cuida una planta, riégala todos los días, háblales, dale un nombre, quita las hojas secas y las malas hierbas que pueden asfixiarla y robarle energía vital preciosa.
Es una forma de cuidar tus semillas interiores, tus deseos, tus intenciones, tus ideales.

-Maestro ¿y si el vacío viene a visitarme?... ¿Si llegan el miedo a la enfermedad y a la muerte?

-Háblales.
Prepara la mesa para ellos también, reserva un lugar para cada uno de tus temores.
Invítalos a cenar contigo. Y pregúntales por qué llegaron desde tan lejos hasta tu casa. Qué mensaje quieren traerte.
Qué quieren comunicarte.

-Maestro, no creo que pueda hacer eso...

-Tu problema no es el aislamiento, sino el miedo a enfrentar tus dragones interiores. Esos que siempre quisiste alejar de ti. Ahora no puedes huir.
Míralos a los ojos, escúchalos y descubrirás que te pusieron contra la pared.
Te han aislado para poder hablar contigo.
Como las semillas que solo pueden brotar si están solas.

Autor desconocido 

lunes, 8 de junio de 2020

MI GATO


Mi gato amarillo era de la medida de mis brazos. No pude despedirme de él; tal vez él sí de mi, cuando fue a buscarme a mi cama durante la noche y a anunciarme su presencia con un maullido o ronroneo suave. Al otro día fue el internamiento. Tres o cuatro días, en que el veterinario confió que volvería conmigo. Quería tomar un taxi para acompañarlo por ratos, pero resonaba en mis oídos la frase: "quédese en su casa". En fin, confiaba que ese destello amarillo que me acompañaba cuando salía a pasear a los perros o que me esperaba inmóvil sentado frente a mi edificio cuando salía, estaría de nuevo conmigo. Cuando lo veía, esperándome, apresuraba el paso para encontrarlo. Él siempre quería salir a los jardines de los condominios, tal vez porque en la barda cercana nació y creció. Adentro del departamento, calentaba mi cuerpo casi siempre frío, y se echaba sobre mi o me rodeaba el brazo y dormía sobre mi mano. Conocí una ternura infinita.
Esperaba las llamadas del veterinario, hasta que llegó la peor: -Su gato está muy mal: falleció-. Esos días de internamiento, hasta el final hubiera querido tenerlo en mis brazos o al menos despedirme. El veterinario jamás esperó este desenlace. Yo, mucho menos. No sé cómo se procesan "las no despedidas" o el pesar por no haber estado con él hasta el final. Él hubiera estado más tranquilo conmigo: su complemento, pero entre el temor a no exponerme al coronavirus y lo inesperado de su muerte hicieron que lo dejara solo con el veterinario con la esperanza, hoy fallida, de que estuviera de nuevo aquí conmigo. Estoy sin su presencia y con las manos vacías de su cuerpo amarillo y único.