domingo, 27 de mayo de 2018

LA CULPA


Después de darle tantas vueltas a sentirme culpable por no haber planeado mi vida y que no contar con una pensión, encontré este texto que me alivia y me reconforta. 

viernes, 11 de mayo de 2018

PERDÓN

Si tuviera que pedirle perdón a alguien, sería solamente a mi por las veces que permití que me trataran mal. 
(No es mío, pero como si lo fuera, es una frase que me define)

martes, 8 de mayo de 2018

POEMA SAMPERIO

EN MEMORIA DE LOS ENTRISTECIDOS

Que de una vez se vayan, que se mueran
Jaime Sabines
Los entristecidos son reloj descompuesto
que nos mira con la torcedura de las manecillas.
Los entristecidos son una secta que nunca se reúne a llorar.
No se quejan porque ya para qué.
Serían una lágrima que llora otra lágrima.
En su mirada y en sus gestos
está el movimiento sutil de un río.
Existen en el juego de palabras y en su violencia:
no muestras tus lágrimas a este mundo idiota;
llora en las calles oscuras de Tuxtla
cuando la canción de Cohen y Dylan sea un mero recuerdo;
llora en el pecho de una camisa sin cuerpo;
llora en la hora en que todos están dormidos y el iris
del sol comienza a meterse a través del cristal roto.
Los entristecidos toman mucho licor
porque es una manera de gemir hacia las entrañas,
una manera de entretener al félido que de otra modo saltaría,
apesadumbrado,
Al cuello del sobrevivir.
Así son los entristecidos,
Así mueren.
Si les pedimos que no más llanto, ellos responderán:
la higuera del patio tiene una rama quebrada;
hoy no tengo ganas de levantarme;
las casas crecen como vegetación sobre la vegetación;
me da miedo atravesar las avenidas;
en la tarde amanecí con el cuello torcido.
Saben que lo sin remedio es un amor por ganar,
que del pozo estéril salen cubos desbordados de rock melancólico,
que en la pústula interna hay diminutas flores,
que del nudo en la garganta puede brotar un brazo.
En fin…
Los entristecidos saben que a la soledad llega siempre un beso,
un grito,
una palabra más triste,
un vaso de vino amoroso,
un poema arrancado al suicidio,
una mano que nos acomoda el cabello.
(De entre los animales que medran en los entristecidos, el león tiene un sitio predominante. Este carnívoro ofrece un silencio y un llanto tan potentes como la voz. A decir verdad, a los entristecidos no les interesa su voz; solo retoman el mutismo y la forma de gemir de los leones. Respecto a la nauyaca no hay duda alguna, sobre todo en el caso de la especie te amo, serpiente que tiene vocación de sepulturero.)
Los entristecidos llevan un león en el lugar del alma
y una nauyaca en el sitio de la querencia.
Los entristecidos quieren terriblemente
y lloran como leones silenciosos.
Su hora preferida comienza en la madrugada:
Merodean sobre las tejas,
en el sueño del prójimo;
se contorsionan en la oscuridad vegetal,
se muerden a sí mismos en el callejón,
cambian de piel en los hospitales.
No se les arranca ninguna protesta autoritaria;
pocos saben de se existencia.
Cofradía líquida.
Los oyen bailar en un segundo piso
y los toman por alegres, por ruidosos,
aves de escandaloso aleteo.
Si supieran, si observaran
la manera del vocerío y las vueltas del baile,
los movimientos de la víbora y las patas llagadas del félido;
si pudieran escuchar
por una rendija las palabras que profieren.
Esto sólo es dado a otros entristecidos.
Y otros entristecidos, al escuchar la fiesta del llanto, abren
botellas en sus casas,
se desvisten el cansancio y permiten
que el aroma del limonero entre al cuarto de música.
Los entristecidos no conciben la belleza sin cicatriz,
como el presente que es también futuro,
como la caricia que es un poco tierno picotazo,
como una mano con las uñas mordidas.
Los entristecidos aman
el poema dolorido,
las arañas de la película,
los recados en la pared;
aman el trazo torpe,
la picazón del pasto,
las ramas vencidas de los árboles.
Mucho hace con seguir subiéndose en los camiones,
leyendo literatura perfecta,
mucho hacen con ir de compras
y habitar casas de concreto,
mucho hacen con quitarse los zapatos al amanecer,
amándose desnudos.
Mucho, en realidad, hacen.
Pero hay un asunto sobre el que no existe duda:
los entristecidos son los perfectos amorosos.
Guillermo Samperio

PACTO


"EL AMOR Y YO HEMOS HECHO UNA TREGUA INFINITA... NI ÉL ME BUSCA, NI YO LO ENCUENTRO." 
Del Internet (sin autor)