jueves, 29 de septiembre de 2011

LO CÁLIDO DE MI VIDA

Los tréboles que dan en abundancia racimos de florecitas diminutas color rosa, blancas y amarillas, frente al rayo de sol que entra a mi ventana. Un pequeñísimo jardín.

Mi cama de madera en forma de vagón de tren con sus cortinas de tela hindú, sus estrellas plateadas en el techo y sus mariposas entre los bambués. Ahí descanso, duermo y lloro una que otra vez.

Cuando regreso del trabajo, me emociono porque en el departamento me esperan mis perros y mi gato. Los ojos de Huitlacoche, ¡tan expresivos! La frente lisa y los bigotes blancos de Perricles con sus patitas flacas, pero menos que antes. Mi gato amarillo que abraza mi mano en las mañanas con sus patas redondas y pachoncitas.

La lectura del libro Leonora que me hizo sentir próxima a su vida y a sus pinturas y esculturas; pero más que nada, mi enamoramiento a su libertad.

Mis recuerdos indescriptibles de Miguel, su cuarto lleno de luz y la maceta con tréboles de cuatro hojas a la entrada de su departamento. Él me cautivó desde que supe que fue asistente de dirección de una película con la que me identifiqué y me dejó huella.

Un café con leche en la mañana con Irene y hablar de cualquier cosa.
El alma limpia de Pablo y su generosidad.

Mi departamento como un refugio de paz y de descanso. Los paisajes subacuáticos prodigiosos de plantas crecen y abren sus hojas dentro del agua: los helechos y los musgos de Java, la riccia, las anubias y las criptocorinas.

El color verde en tonos suaves y claros que desde niña me jala como si fuera un imán. Cada vez que veo una planta viva, se me llenan los ojos del color de la naturaleza.

Un café capuchino a media mañana o tarde, compartido con alguien querido. Mis peliculas favoritas; tantas, como historias hay en la vida.

En una calle de San Pedro de los Pinos, un beso cinematógrafico intenso que recibí como bienvenida, sorprendida ante la hermosura del momento.

La creatividad y el arte que vibra alrededor, pero que a veces no contemplo plenamente, sin embargo está ahí. Mi capacidad de asombro ante los grabados de mi amigo Marco Antonio.

El deseo de ir a Tlayacapan, a La Casa de Gil, acompañada por alguien sensible que se alegre de ir conmigo.

Zitarrosa, aunque sea triste y le cante a la fragilidad del amor, que compara con un "corazón de papel"; un violín al que nombra: "mariposa marrón de madera"; una despedida en la que afirma: "si te vas, te irás sólo una vez, para mí habrás muerto; yo te pido que me lo hagas saber, quiero estar despierto".

Mi vida interior que me sostiene "a pesar de los pesares" como un manatial cristalino que sale de mi corazón y se derrama en todo lo que amo.

Mi viaje por la existencia, que cada vez se acerca más a su término, con la esperanza de encontrarme al final con mi padre y no separarnos nunca para disfrutar de nuestro cariño incondicional. Entre él y yo nunca supimos el significado de la palabra abandono.

Mi proyecto de libro sobre un cuento de Baba Yaga, la bruja rusa; que hoy no tiene destino, pero que escribí con el apasionamiento de mis recuerdos.