Llueve
incesantemente. Mientras, una mujer teje su propia vida. Entierra una
traición inmerecida en un cementerio sin cruces ni luces de velas, sin
rezos y sin palabras. Ella recuerda bien cuando se quedó sin sangre, o
más bien el día en que se le congeló dentro del cuerpo. Enterrada
junto a la traición, quedo también la confianza. Esa tumba está cubierta
por una fina gasa blanca, para evitar que ahí crezca la hierba.
Cerca de ese cementario oscuro hay un camino incierto. Ella llegará allá, pues la esperan manos amigas que no van a lastimarla.
Cerca de ese cementario oscuro hay un camino incierto. Ella llegará allá, pues la esperan manos amigas que no van a lastimarla.