viernes, 30 de marzo de 2012

R. S.

Llegaste desde lejos y tres veces me abrazaste muy fuerte. Mi cuerpo me pertenecíó más que nunca y me ayudaste a reconocerlo y a amarlo. La mañana era hermosa como tu piel. Nuestras manos estaban entrelazadas y me daban una tranquilidad infinita. Agradecí a la vida que ese día me hubieras sostenido a la tierra cuando por mucho tiempo estuve a punto de convertirme en viento. Celebro tu aparición en mi mundo.

Para Rüdiger Safranski (seudónimo)

P.D. Aún cuando no volviera a verte, me conmuevo con el recuerdo de la calidez de tus manos entre las mías.