miércoles, 14 de marzo de 2012

■■■LAS VOCES■■■

LAS VOCES


"¡Si, si, ya lo sé: es suficiente compañía estar conmigo misma!", me digo. Estoy sola y entre los callados muros de mi habitación imagino unos brazos ajenos alrededor de mi cuerpo. De pronto, esa imagen se desbarata al surgir una voz que asegura: "A las mujeres de tu edad ya nadie las quiere". Y entonces veo que la soledad toma la figura de un diablo burlón que baila ante mis ojos. Con fastidio, le ordeno: "¡Ya, soledad, vete y déjame en paz". Al parecer me hace caso y se desvanece entre la oscuridad.


Me doy cuenta que quiero llorar con todas mis ganas, pero no puedo, sólo me duele la cabeza... Los pañuelos desechables están intactos, pues no han absorbido lágrima alguna y los muros que se encuentran alrededor de mi recámara están callados, pero es posible que hayan atrapado palabras en algún momento... ¿Y si las repitieran ahora? Estaría menos sola, pero ciertamente tendría que ser una esquizofrénica para escucharlas... Aunque no lo niego, me encantaría tener alucinaciones auditivas y sensoriales, aún a riesgo de ir durante una larga temporada al Fray Bernardino Álvarez. En definitiva, no siento ni escucho nada, solamente estoy instalada en una soledad lúcida y carente de llanto. ¿Será que me he secado como una planta a la que no le favorecieron las lluvias?

"¡Duérmete ya y deja de divagar, bien sabes que la soledad te hace imaginar estupideces!", me dice con tono de aburrimiento otra voz diferente. No tengo que pensarlo mucho, la obedezco y me retiro a descansar. No cabe duda, se trata de una noche como tantas otras.