viernes, 27 de abril de 2018

ENGENDRO FEMENINO


Aparece de nuevo en mi vida como una arpía. Mujer narcisista que estuvo cerca de mi en la infancia y desde entonces me di cuenta que jamás sería una amiga. Aprovechada y dominante. Poniéndome siempre un pie encima. ¿Amiga? Eso lo conocí después con Laura, que me dio mucho más de lo que esperaba. Esa era y es amistad, incluso la superaba. Borró aquel remedo de amiga. 

Muchísimos años después, el engendro femenino y yo nos encontramos de nuevo. Al principio parecía más humana, pero esta fantasía se desvaneció muy pronto. No tardó la relación asimétrica. Estoy con ella por una necesidad económica. La grosería y la humillación son sus recursos si alguien se sale de su centro. Vive en su perpetua vanagloria, fantaseada por ella y obsesionada con que la ovacionemos en sus faramallas públicas. 

Recuerda: "Cuidado con lo que toleras, le estás enseñando a la gente como tratarte", eso leí.  Le escribí al final de un correo que de verdad, prefiero perder el trabajo a sentirme tratada nuevamente de esa manera: lo tengo muy claro. Su respuesta fue despectiva. Mejor. Así tengo la seguridad de que dejaré ese trabajo apenas termine mi contrato.

Estos últimos meses no puedo liberarme, sólo alejarme lo más posible emocionalmente. Sé lo destructiva que es cuando tiene a alguien en sus manos. Aprenderé lo que me ha costado tanto trabajo: a defenderme, a crear una barrera invisible entre ella y yo.