sábado, 28 de abril de 2018

LA CATARINA

Hoy en la tarde, afuera de un centro comercial y frente a un eje vial, una catarina roja con sus puntitos negros (así como  casi todas las catarinas), se posó sobre mis dedos. Había que cuidar a esa pequeña criatura. La tomé en mi mano ahuecada, pues no quería que estuviera entre los autos, el ruido y el tránsito. Me la llevé conmigo en el Uber que me habían pedido. Vacié unas peras de su bolsa, la metí ahí y tuvo aire suficiente. Me sentí como creí que ella se sentía: con ganas de que alguien me salvara. Tal vez no fue accidental que me eligiera. El prodigio sucedió pronto. Llegué a los condominios donde vivo y me metí a un jardín muy amplio con muchas plantas silvestres. La deposité con veneración sobre una hoja. Abrió maravillosamente las dos partes duras y diminutas que cubren su cuerpo, rojas y punteadas que protegen sus alas suaves, las estiró y voló. Tal vez no encuentre una pareja catarina, pero tiene libertad y cierta seguridad. Cuando soy protagonista (¿o la catarina es la protagonista?), puedo asegurar que mi vida tiene sentido en esos momentos y me siento completamente feliz, fuera de esa batalla mediática y pedestre de los partidos políticos que es parte de lo que me disgusta. Quiero que mi vida esté junto a los seres que adoro: los seres humanos buenos y amorosos, los animales y las plantas.