lunes, 20 de diciembre de 2010

CÓMPLICES DE VIAJE



Siento la maravilla de la vida en cada ser que me rodea. Me gustan algunas personas, pocas... Aquellas que respetan la vida de las arañas y miran a los perros callejeros con empatía. Me gustan quienes se asombran ante una piedra, una planta que se ha arraigado a la tierra y crece, o ante una hoja amarilla que flota sobre el río. Ellos son mis compañeros de andanzas.

Estas personas callan, y si hablan son pocas sus palabras; y muchas de ellas son sabias. Se prenden al corazón con suavidad y hacen la vida más llevadera, más fácil.

Su alegría es serena. Buscan la esencia y no les importa que su ropa esté vieja. Consideran un privilegio contemplar a una luciérnaga en una noche oscura. El alma la tienen íntegra y los sueños se les desbordan. Podría creerse que no caben en este mundo, pero están ahí, conscientes de su fragilidad (que a veces es su única fuerza). A veces se rompen en pedacitos y quedan sobre el suelo brillosos fragmentos de espejos.

No saben calcular porque están ocupados contemplándolo todo. Reconocen a los pájaros que sacan lombrices después de la lluvia y toman té limón o de monte.

A veces no encajan (no encajamos) en el mundo.