sábado, 25 de diciembre de 2010

RECORDATORIO CONSTANTE


Aún siento con la misma intensidad cómo si fuera una mujer joven, pero el espejo me dice que mi aspecto lo ha transformado el tiempo.

¿Acaso un hombre busca a una mujer por su calidad humana?, ¿o por la calidez de su trato? Tristemente, no. Parece ser que cuando pasan los años el cuerpo femenino está obligado a olvidar las caricias. Por momentos se rebela, pero la percepción de la apariencia propia se convierte en un recordatorio constante.

En mi caso, creí que en el pasado podría sucederme algo similar a un Theo Sarapo enamorado de una Edith Piaf (es probable que esa situación sólo le haya sucedido a ella). Comprendo ahora que sólo fue una necedad de mi parte, similar a la que me cuenta Irene al de esperar a los Santos Reyes cuando era niña, para quedar después convencida de que nunca existieron.

Tengo cansancio emocional. Entre mis contemporáneos es difícil encontrar a un compañero de vida, parece que están muy ocupados en demostrar su virilidad con mujeres jóvenes sin importarles mucho cómo sean interiormente (eso mis propios amigos me lo dicen). ¡Es importante que las luzcan ante los demás! Esa es su realidad: así cómo otra, es la mía. Me doy cuenta, ciertamente, de que no estoy en la mejor muestra estadística. Pierdo el tiempo, y en ese sentido mi escepticismo cada vez abarca más terreno. Además, da flojera contar varias veces la vida de uno...

Aunque pensándolo bien, para terminar con un comentario optimista, puede haber (ante un escenario completamente distinto) una sonrisa final como en "Las noches de Cabiria": cuando al salir del bosque, ella se encuentra en el camino con un grupo de personas alegres, y es capaz de sonreir de nuevo.