Anoche fui a la
cantina con mis amigos. Después me quedé con ella. Era lo
mejor, pues siempre me ha aceptado. Nunca ha tenido idea de quién soy realmente,
pues le muestro la cara que me conviene.
Cuando me reúno con mis carnales me siento más hombre. ¡Qué importa si cuando llego trasnochado le digo las
tonterías que me inspira el alcohol y me tambaleo! El amor de ella lo he puesto
a prueba mil veces y ésta ha sido una más. Fue la intermediaria de una carta que
le envié a otra mujer y ni se lo imaginó: le dije que eran unos DVD’s de lucha libre. También quise que le enviara un
regalito a una maestra del norte que me había dejado sin aliento; pero como no quiso, le puse cara de enojo (ya tendría tiempo para
escribirle después un poema de amor a mi dama del desierto).
En fin, nadie puede
negar la gran persona que soy.
Escribí lo anterior en una hoja de reuso, pues respeto a los árboles y a la naturaleza. Andaba
la nota por ahí, metida en un cuaderno viejo. Lo bueno es que ya la rompí y está dentro del bote de la basura.