martes, 31 de julio de 2012

SAMPERIO

"Si no te hubieras ido"
por Guillermo Samperio

"Te extraño más que nunca
y no sé qué hacer…la gente pasa
y pasa siempre tan igual…"
del Buky por el grupo “Maná”

Eres maga o ¿qué?, por qué te haz desaparecido así como moneda que yo hubiera lanzado al aire y en la altura se hubiera disuelto. Tengo días pensando en ti, te lo juro, he tenido viajes, trabajo mal pagado y sólo escucho una canción. Te extraño más que nunca y no sé qué hacer; el montoncito negro que dejaron tus medias fuera del clóset sigue allí. Por la noche lo veo caminar hasta la cama, sube a las cobijas y me camina hasta la cara, siento que me va a clavar los colmillos y regresa a su lugar. Tu falda verde subido, la de la abertura en tu pierna izquierda, continúa colgada en el baño, lo mismo que tu blusa verde bajado, pero ambas están en el mismo lugar y casi hablan quedo, muy quedo, con palabras vegetales. Despierto y te recuerdo al amanecer: me espera otro día por vivir sin ti.
Salgo a la calle hacia la estación del metro y la gente pasa y pasa siempre tan igual, sus caras grises, sus bolsos y portafolios negros; el cielo es plomizo a diario, no llueve pero nunca termina de salir el sol. Elijo subirme en un microbús pero, antes de llegar a la esquina de los microbuses, un grupo de cebras se pasa el alto; no veo a ningún policía para que las infraccionen ni a ningún cazador del África para que les lance una red de plomo como las nubes que ahorita se expanden como trampa.
Me doy cuenta de que estoy detenido ante la tienda delgada donde venden anteojos, volteo y distingo que el espejo no engaña: me veo tan diferente; por el mismo espejo distingo que sobre Cuauhtémoc transita un tren de acero ceniciento y giro para verlo de frente: trae escrito sobre la trompa curva Destination en letras rojas y una sombra ultranegra en cada grafía. ¿Por qué en inglés, mi vida, por qué sin rieles-hierros donde las ruedas se puedan deslizar y no lancen ese humo refulgente entre chispas de estrellas fugaces, si es una locomotora tan vieja, tan con su escalera a un costado, tan con su lámpara circular en el centro de la trompa, lanzando un haz de tonalidades verdosas como tu falda y tu blusa? ¿Quiere decir que me haces falta tú? ¿El ritmo de la vida me parece mal; era tan diferente cuando estabas tú? Sí que era diferente cuando estabas tú; para qué me hago estas preguntas tan llenas de volutas de humo del tabaco que voy fumando, cigarro extralargo. A la cuadra siguiente veo que la Destination se lleva entre las patas-ruedas a cuatro o cinco carros y un par de camionetas, una de las cuales es de presos que llevaban al Centro de Readaptación Social, es decir el tipo de cárceles más tremendas de México a diferencia de las de Estambul, las cuales son retetremendas. Ahora que digo esto y un cocodrilo de plata me ensucia los zapatos beige con su limo metálico, no hay nada más difícil que vivir sin ti, ¡no! Allí están los zopilotes girando en tiovivo celeste: ¿Van por los muertos que dejó la locomotora o vienen por mis tripas y mis sueños y mi deseo por ti que se escurre tras mí como sangre de tela? Tanto he hablado contigo y conmigo, es decir con nadie, que siento arena sombría en los párpados y eso que traigo mis lentes rojos, un poco para darle un toque de gusto hipócrita a mi cara, sufriendo en la espera de verte llegar. Por lo menos no le hablo a los postes ni a los autos ni a las mujeres feas; bueno no es que estén feas, la mayoría sí, pero las otras sin ser feas me son feas porque el frío de mi cuerpo pregunta por ti y eso que siento calor a pesar de ese maldito cielo nublado y la ausencia de policías y la presencia de cebras y el tren y los zopilotes y el cocodrilo y las feas.
Me llegan flashazos de tu estatura, con botas eras más alta que yo y me gustaba el asunto. Fuiste puras sorpresas, al bajarte las faldas y hacerse un rugoso charco gris y violeta, tu cadera y tu culo, para lo que me había imaginado, eran más grandes; eras toda desproporción ante mis pigmeas imaginaciones solitarias y tus piernas gruesas hasta los tobillos y uno de tus dedos del pie derecho con anillo de plata y, regresando, tus senos más que generosos (siempre me miraban); entonces, supuse que eras hechicera: vestida = delgada; desvestida = buenérrima. Y tus ojos entre cafés y verdes y tu cuello largo y tu cabellera arreglada desarreglada; no no no, en cualquier momento tu figura me cambiaba el imaginario. La vez que te arreglaste con ese sombrero de los años 30s y yo estaba en pijama, casi nos morimos: yo de vergüenza y tu de coraje; ah y te pusiste un abrigo ligero de época, a lo Louise Brooks, la que traigo tatuada. Sacaste una pistola escuadra 38 por cada ojo y quedé todo agujereado antes de irme a bañar. Mientras me caía el agua tibia (se nos había acabado el gas) pensé en tu piel blanquísima como la de las mujeres del Este europeo; lástima que tuvieras las mismas veleidades de ellas.
Estoy aquí detenido, a unos metros de la esquina, tengo que ir a dar una clase de literatura y voy a llegar tarde o a lo mejor no llego, pero sin metálico la cosa va a ser peor porque no te dije que tus zapatos rojos, los de tacón alto, se quedaron al pie del sofá negro, junto a la mesa de madera de patas redondas donde aviento los siete dados para jugar el juego que inventé y del cual nunca pueden salir dos pókares, y tus zapatos como aves rojizas, muy pispiretos, muy de pie y toda la cosa, pero al fin como zapatos de tacón rojos que te estuvieran esperando de un momento a otro, como si dijeran entre ellos ahorita, ya mero, en este instante va entrar descalza y va a venir directa hacia nosotros y sentiremos entrar primero sus dedos blancos y frescos que traen un anillo plateado, luego su planta brisa y después sentiremos cómo los talones entre rojizos y muy blancos intentan meterse en nosotros hasta que al fin nos habitan y empezamos a caminar sin ningún sentido, como inspeccionando el departamento para ver qué hubo en estos días en que los pies no estuvieron; y no sé dónde estás. La gente pasa y pasa siempre tan igual; el rito de la vida me parece mal. Me encamino hacia la esquina sin importarme que una manada de jabalíes pasen entre mis piernas y casi me lancen al suelo, pero unos dos metros adelante arrojan al piso y revuelcan a la viejita, la que siempre anda de negro, la que vive en el piso de abajo a la derecha, subiendo las escaleras, la revuelcan, la cornamentan, le hacen tiras el vestido y enseña esas horribles medias cafés con leche oscuras y esas elásticas ligas gruesas y rojas que las detienen arriba de sus rodillas y eso calzones blancos –ahora medio grises por la revolcada— como de algodón abombado y una como faja color carne que debe ser ortopédica porque la viejita es demasiado flaca.
Unos tres pasos y estoy ya frente a ella, la tomo por las axilas, la pongo en pie, la miro de frente, gracias, señor, me dice, pero tiene una cara de satisfacción como si de pronto la hubieran violado los borrachos que se juntan en la otra esquina; dónde están esos muchachos, me pregunta, y me doy cuenta de que le hacen falta sus lentes y que están allí, a dos pasos, los recojo, ah, dice, es usted, señor Guillóm, gracias, gracias, agrega, se da la vuelta y va de regreso al edificio, creo que ya no iré a la iglesia, por hoy ha sido ya una gran aventura, termina por decir como para ella misma; al reiniciar mi camino veo tiradas y hechas trizas a otras viejitas y pienso que es mejor que disfruten en el suelo y que la iglesia se vacíe por el día de hoy y que el párroco se quede con las ganas de darles las hostias blancas que siempre les mete en la boca y que ellas chupan con deleite celestial; si no te hubieras ido, sería tan feliz.
Era tan diferente cuando estabas tú, la avenida incluso tenía otra cara, llena de amapolas, de tigres que saltaban desde los techos de las tiendas y las jirafas jugando a enredar sus cuellos como si fueran acertijos, las ranas y los camaleones rojos metiéndose en las bolsas del mandado de las señoras jóvenes y tú y yo riéndonos, sabiendo el susto que se iban a llevar cuando intentaran sacar los jitomates, las cebollas y las otras cosas que habrían adquirido en el mercado, como filetes de pescado o de res, ajos, naranjas y limones y en medio un camaleón o una rana que se les subiría a la espalda y luego los gritos de sorpresa por aquí, por allá, por acullá y por el Aconcáhuac. Y ahora me vienen a la memoria tus otros zapatos de tacón, los que te ponías para las fiestas en jardines o junto a las albercas, esos confeccionados con trozos de piel amarilla, café claro, naranja, rojo, sepia, negra, azul pálido, café oscuro, elegantes ellos, ya que los trozos de piel están medio granulados, pero esos no los veo por ningún sitio, me vinieron ahorita a la cabeza, sí que era diferente cuando estabas tú; no hay nada más difícil que vivir sin ti, ¡no! Y el día se oscurece, surge una parvada de halcones sobre el edificio y, junto a ellos, mantarrayas celestes y murciélagos negro-rojos y albinos, me punzan el corazón y los riñones y me duelen los pies y el duodeno y la aorta, amor, dónde estarás, manda un símbolo, verde o amarillo o rojo, que vea un cardenal entre tanto avechucho tenebroso, el hígado y el cerebelo, el pulmón izquierdo y el brazo derecho, sufriendo en la espera de verte llegar, el duodeno y las meninges, recordando que tampoco he visto la maleta de cuero miel con esquinas metálicas, la que era mía, y que cuando te di la clave de la cerradura sentí escalofrío, los cartílagos y el diafragma, el frío de mi cuerpo pregunta por ti y no sé dónde estás, cucarachas por la banqueta y escarabajos negros revoloteando, la dermis y la bóveda craneal, zopilotes y águilas que por su fabulosa cantidad tapan las nubes grises, la maleta de cuero miel, hormigas rojas del Amazonas, la clave de la cerradura, ratas embarazadas, no hay nada más difícil que vivir sin ti, las esquinas metálicas, bronquios, cuero rojo, diafragma, puercos espines, falta de respiración, la mascada de la India, sufriendo en la espera de verte llegar y no sé dónde estás, el juego de ropa interior amarillito, elefantes negros, ballenas con alas que destrozan las casas, la tráquea se me empieza a colapsar, la clave, si no te hubieras ido sería tan feliz, maxilares, páncreas, panteras que saltan hacia la gente, el corazón que se me está deteniendo, da pálpitos, algún brinco, si no te hubieras ido, el corazón, los perros callejeros me olisquean, me caigo como tabla, siento que la sangre escurre de nariz y mis labios, hormigas negras entran por los resquicios de mi nariz, corazón, el canto de la sirena de una ambu…